Virginia Woolf

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Quería escribir para el periódico sobre la exposición de las habitaciones con ventanas en el Metropolitan y me vino el recuerdo obvio de ese libro de Virginia Woolf que yo creía haber leído, A Room of One’s Own, Una habitación propia. Hay libros tan célebres, tan obvios, tan citados, que uno tontamente los da por leídos, aunque los leyera hace muchísimo tiempo y ya no recuerde nada, aunque no sepa seguro si llegó a leerlos o imaginó que los leía, o simplemente presumió distraídamente haber leído. Como dice el personaje de Woody Allen: “He leído Guerra y paz en media hora. Trata de Rusia”.

Pues eso. Yo creía haber leído A Room of One’s Own. Y quién no: trata de que una mujer necesita una habitación propia y ciertos ingresos para escribir, etc. Lo empecé ayer a media tarde y claro que me sonaba. Al cabo de dos o tres páginas era una sorpresa incesante que tenía algo de Montaigne y de Proust, de ese fraseo nervioso que se parece tanto al flujo de los pensamientos y al de la vida misma que está en Mrs. Dalloway o en To the Lighthouse. Qué escritora más inmensa: más serena y rotunda en su enfado de mujer harta de limitaciones impuestas y de condescendencias masculinas, qué radical su defensa de la literatura, del oficio de escribir, de la alegría y la conmoción de leer. Había luz diurna cuando empecé la lectura. Por terminarlo no hice nada más que leer y no cené hasta casi las once. Leía en el Kindle, pero hubiera querido tener el libro en papel para apretarlo más con las manos, para subrayar con un lápiz. Se me quedó en la cabeza esta frase:

Literature is open to everybody.

El conocimiento y el gozo que da la literatura son accesibles a cualquiera. La literatura es una casa con las puertas abiertas en la que no hay pases V.I.P. pero tampoco rebajas para grupos.